viernes, 22 de mayo de 2020

El Abrazo



Mi paseo de ayer tenía como destino esta escultura de Juan Genovés, reproducción de su pintura “El abrazo” y homenaje a los Abogados de Atocha asesinados vilmente en 1977 por tres `sicarios del odio´. Mientras hablaba sobre ella con mi Tocaya un señor que nos escuchaba intervino para decirnos que su primo fue uno de los cinco asesinados... Se le llenaron los ojos de lágrimas al evocar este atentado y terminamos la conversación con un: “Y que no se olvide la historia, que esto no puede volver a pasar…”.

Quizá la falta de futuro y la carencia de contacto físico y de relaciones sociales unido al exceso de sufrimiento, miseria y dolor de `estos tiempos raros´ esté provocando que las semillas del odio que siembran algunos, bien por mero oportunismo, bien porque el miedo –o el aburrimiento- les lleva ahí sacándoles esa parte tan negra de su alma, estén creciendo peligrosamente. 

La memoria puede ayudarnos a recordar que las cosechas de esas semillas nunca han sido buenas. Y eso, avivar un poco la Memoria, recordar con espanto lo que el ser humano ha sido capaz de hacer movido por los odios de turno vendría muy bien para que valores con nombres y significados tan absolutos y redondos como libertad, igualdad y fraternidad, solidaridad o bondad primen sobre todo lo demás y no sean desprestigiados como meras debilidades en sociedades sin alma. Para que se imponga el Respeto al diferente como sello de Humanidad. 

Una frase del poeta Paul Éluard completa el homenaje de la escultura: “Si el eco de su voz se debilita, pereceremos”.

miércoles, 20 de mayo de 2020

¡ARRIBA NIÑAS!



El “¡Arriba Niñas!” nos ha fabricado alas y garras a quienes lo gritamos a diario desde hace días y ha conseguido despertar todo el poder que latía dormido en nuestros corazones... Desde que lo escuché la primera vez resuena en mi cabeza como el eco de una melodía machacona que se repite hasta el infinito y que, lejos de cansarme, me infunde valor y alegría. Hace un calor infernal en este cuartucho pero un escalofrío recorre mi cuerpo, desde la nuca hasta la planta de los pies, erizando todos los poros de mi piel. Me excita pensar en la fuerza de estas dos palabras y en su significado: es el combustible de un motor que pondrá en marcha una maquinaria perfecta: una revuelta en la fábrica ante las injusticias que llevamos tiempo soportando y que no podemos permitir, que vamos a parar, porque somos muchas, porque todas vamos a una y porque somos “la alegría del pueblo” pero también “el terror de las autoridades[1], como muy bien nos han definido periodistas y escritores. 

La primera vez que lo escuché fue hace dos días alrededor de mi mesa de trabajo en la fábrica. En el taller donde trabajo desde hace años se nos divide por partidos, grupos de cien mujeres con el mismo trabajo a realizar y, a cargo de organizar cada partido, una maestra. Cada mujer tiene su mesa asignada en función de su trabajo, que compartirá con otras cinco mujeres. En mi mesa se lían cigarrillos y, a veces, “liamos el niño”: los puros que como oro en paño tienen los jefes. Ahora vamos a liarla pero bien... 

La maestra de mi partido es Luisa Sánchez, “La Grande”. El suelo retumba a su paso y todas notamos su cercanía varios metros antes de que se acerque. A pesar de encontrarnos en un edificio relativamente nuevo –se construyó en 1790- parece que el suelo va a ceder a su paso, que las vigas no aguantarán tantos kilos de carne a los que se une el empuje de un pisar con semejante garbo. Es el ejemplo vivo de la palabra poderío, de ahí su mote. Vigila que el trabajo se haga bien y, sobre todo, ayuda a las que necesitan una mano. Su labor es coordinar y enseñar, por eso lo de “maestra”, cargo que lleva con orgullo y de la que es digna poseedora. Pero ahora tiene una labor más importante aún: alentar mesa por mesa, niña por niña, esta revuelta. Las cien mujeres que estamos bajo su paseo rutinario por esta enorme planta segunda hemos escuchado insitentemente ese "¡Arriba Niñas!" como un auténtico grito de guerra y como un soplo de aire fresco en este calor sofocante de la fábrica, unido a proclamas del tipo: “¡El trabajador se arrastra y muere y es necesario que se levante y Viva!”[2].  

Y con esas simples palabras, ¡Arriba, Levantarse, Vivir!, nos hemos sentido parte de algo más grande que nosotras mismas. Es la fuerza que da luchar, pelear y tomar partido hasta mancharse por lo que es Justo. Esto no ha hecho más que comenzar...

 CONTINUARÁ...


[1] Benito Pérez Galdós: “Las cigarreras de Madrid son la alegría del pueblo y el terror de las autoridades”.
[2] Del discurso de Guillermina Rojas y Orgis en un mitin republicano en el Circo Price de Madrid el 15 de octubre de 1871. Primera mujer activista de La Internacional española. En Madrid abre un centro para la educación de las mujeres trabajadoras.

viernes, 15 de mayo de 2020

El cortejo



Hoy, 15M, nueve años después del inicio de un movimiento muy ilusionante en sus orígenes y bastante decepcionante después, es día de fiesta local en mi ciudad y la Primavera está exultante. A pesar de todos estos motivos de celebración las calles siguen vacías y sólo las palomas están de fiesta, que ellas siguen a lo suyo, al cortejo y a ser, ahora más que nunca, el mejor ejemplo de la Libertad para los que las miramos desde nuestra ventana. 

Hasta que los humanos no vivimos algo que constituye un punto de inflexión en nuestra rutina, solemos ver el paso del tiempo aletargados, sin prestarle demasiada importancia a la sucesión de los días. Luego llega un día en el que algo, bueno o malo, te pone patas arriba tu normalidad y ya nada parece igual, incluso la mera sucesión de los días adquiere otra dimensión. Y ahí estamos ahora a nivel global, metidos de lleno en estos nuevos tiempos en los que la escala de valores ha cambiado y donde se prioriza, o debería priorizarse, no lo urgente, sino lo verdaderamente importante: estar vivo, tener un trabajo y mantener un poco la mesura y entereza en el ánimo. Y en estos tiempos los abrazos, los besos y el contacto físico lo percibimos como algo tan lejano y tan peligroso que nos parece mentira cómo hasta hace poco cualquiera se comía un trozo de tarta después de que alguien le soplara encima a las velas que reinaban sobre ella. 

Las noticias que últimamente vienen de los Países Bajos no dejan de sorprenderme. Ayer -y siempre- han mirado para otro lado ante un gran SOS en los países de su Comunidad; vecinos que se ahogan y ellos a lo suyo. Hoy abogan por que los confinados en soledad nos busquemos un compañero sexual. Todo lo que haga falta para que la serotonina de Su población mantenga el tipo. Como quien receta una aspirina. Pragmatismo 100%.

Sean cuales sean los recursos de cada uno para pasar estos tiempos, pensemos que al final volverán los abrazos y los besos y el contacto humano, como el cortejo de las palomas. Igual que siempre, año tras año, vuelven las oscuras golondrinas anunciando la Primavera… aunque sea dentro de un año…

* La fotografía es obra de @barquigrafias.

martes, 12 de mayo de 2020

Amuletos



En mi casa he contabilizado tres Nazar, varias conchas y piedras que he ido recogiendo en Caminos aquí y allá, un palo, una rama grafiteada de plata del arce japonés que me cobijó una temporada y un ramo de margaritas, hoy secas, pero que yo sigo viendo de un naranja brillante… Hoy me doy cuenta del gran valor -que no del precio- de esos objetos, porque son talismanes que me calman, hacen que me sienta a salvo, que al verlos pueda gritar, como en el pilla pilla: “¡Casa!” y salvarme de ser pillada así, sin más. Sencillo como un juego infantil, pero poderoso como un recuerdo acogedor y sedante. 

El simple hecho de fijar la mirada en algún objeto ayuda por sí mismo a que la mente se detenga un momento, a que pare el ruido mental y a que baje el ritmo cardíaco. Es una útil técnica de relajación. A mí mirar el centro de un Nazar me lleva a mares y a bosques, serena mi mente y me llena de energía. Lo miro y el objeto me devuelve la mirada y no sé si será una especie de autosugestión, pero me calma. Y quizá ese sea el gran valor de este amuleto tan extendido en el Mundo, quizá por ese poder hipnótico sea tan numeroso su uso. 

Habrá quien sienta algo parecido con los símbolos de sus religiones o de sus dioses, tan numerosos y variados como seres humanos hay en el Planeta. ¡Bienvenidos sean todos los amuletos del Mundo!, todo aquello que nos propicie algún bien, que nos de seguridad y nos serene. Porque ese efecto anestésico y analgésico es ahora más que nunca necesario. Coger una piedra o un palo y sentir que ya no me pillan, que se la queda ahora el virus, pero que yo ya tengo salvoconducto y ya he hecho el conjuro: “¡¡¡CASA!!!”

domingo, 10 de mayo de 2020

Tú puedes contar conmigo





Puedes contar hasta dos, hasta cinco o hasta diez, pero contar conmigo… 

Mario Benedetti escribió un precioso poema que tituló “Hagamos un trato” y va precisamente de esto, de la Confianza. Ya sea en un amor, en un amigo o en algún familiar, es un sentimiento que no es fácil de encontrar. Esa fe en que no te fallarán, que estarán ahí, simplemente estar, y que no estás solo, en las buenas pero, especialmente, en las malas. Estar a la altura de esa confianza, ser digno de ella, requiere conocer al otro, respetarle y, sobre todo, amarle, a veces por encima de ti mismo.

Ayer vi una imagen que resume todo esto de lo que hablo y que por sí sola cuenta mucho más que todas las palabras del Mundo. En esa imagen una mano agarra fuertemente la de su compañero de Vida cuando ya no hay tiempo más que para eso, para estar ahí. Ese gesto resume una vida entera y es una muestra absoluta de que , que ellos han hecho ese trato, que sí pueden contar el uno en el otro, ahora y Siempre…


El Abrazo

Mi paseo de ayer tenía como destino esta escultura de Juan Genovés, reproducción de su pintura “El abrazo” y homenaje a los Abogados d...