Día 52 del Estado
de Alarma. 9 a.m. “Voy a salir a caminar
solita”, como cantaba Calamaro. Respetando mi kilómetro cuadrado de rigor decido
ir de peregrinación a los lugares de culto de este Estado, a ver si mis súplicas
traspasan los muros y se obra algún milagro, o algo así.
Primera parada: Congreso
de los Diputados. Policía de todos los colores con adornos de variado tipo y
calibre, nunca mejor dicho. Periodistas aburridos esperando al personaje de
turno. Hoy la cosa está que arde, al parecer “la novia” aún está dudando entre el Sí o el No. El problema es que
lo que está en juego no es un matrimonio mal avenido al uso, sino el destino de
todo un país. ¡Todos a una YA!. Creo que mi oración no se escucha, hay
demasiado ruido…
Segunda parada: Ministerio
de Sanidad, Política Social e Igualdad. Nunca había visto tanto coche ni tanto
movimiento ahí y, a la vez, sentido tanto vacío en mis plegarias. ¡Escuchen
a los científicos y olviden a los think tank por una puñetera vez en su vida,
que hay miles de vidas en juego!. El piar de los pájaros en los enormes
plátanos del Paseo del Prado, amnistiados gracias a la baronesa Thyssen, es lo único
que me llevo de respuesta.
Tercera y última
parada: el santuario de todo buen peregrino: El Bar. Aquí, cuando abran, mi
plegaria será atendida noblemente: ¡Caña aquí!. Está claro que este rezo
es el único que funciona en este país…