Mi paseo de ayer
tenía como destino esta escultura de Juan Genovés, reproducción de su pintura “El
abrazo” y homenaje a los Abogados de Atocha asesinados vilmente en 1977 por tres
`sicarios del odio´. Mientras hablaba sobre ella con mi Tocaya un señor que nos
escuchaba intervino para decirnos que su primo fue uno de los cinco asesinados...
Se le llenaron los ojos de lágrimas al evocar este atentado y terminamos la
conversación con un: “Y que no se olvide la historia, que esto no
puede volver a pasar…”.
Quizá la falta de
futuro y la carencia de contacto físico y de relaciones sociales unido al
exceso de sufrimiento, miseria y dolor de `estos
tiempos raros´ esté provocando que las semillas del odio que siembran
algunos, bien por mero oportunismo, bien porque el miedo –o el aburrimiento- les lleva ahí sacándoles esa parte tan negra de
su alma, estén creciendo peligrosamente.
La memoria puede
ayudarnos a recordar que las cosechas de esas semillas nunca han sido buenas. Y
eso, avivar un poco la Memoria, recordar con espanto lo que el ser humano ha
sido capaz de hacer movido por los odios de turno vendría muy bien para que valores
con nombres y significados tan absolutos y redondos como libertad, igualdad y
fraternidad, solidaridad o bondad primen sobre todo lo demás y no sean
desprestigiados como meras debilidades en sociedades sin alma. Para que se
imponga el Respeto al diferente como sello de Humanidad.
Una frase del
poeta Paul Éluard completa el homenaje de la escultura: “Si el eco de su voz se debilita,
pereceremos”.